Pintor, acuarelista, dibujante, ilustrador, grabador, decorador, muralista. Ninguna variedad de la plástica le fue ajena a Rodolfo Franco: algunas estaciones del subte porteño -Tribunales, Agüero, Catedral- albergan murales cerámicos hechos según sus diseños. Pero la escenografía era su dominio predilecto, y a ella consagró su mayor tarea, que consistió no sólo en ser durante muchos años el escenógrafo titular del Colón, sino también, y sobre todo, el creador de la cátedra de escenografía en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova, donde formó a los mejores profesionales de la generación siguiente. Entre ellos, Saulo Benavente, Mario Vanarelli, Germen Gelpi, quienes a su vez transmitieron la enseñanza del maestro a sus sucesores
Entre sus trabajos de este carácter se recuerdan “tabaré”. “Ollantay”, “Petruschka”, “El amor brujo”, “Sadko” y “Flor de Irupé”, así como también el de “Tristán e Isolda”, que efectuara para el teatro Municipal de Río de Janeiro. Fue también, durante muchos años, director escenógrafo del teatro Odeón